3 de febrero de 2010

A Pie (parte 1)

Mi espejo.

Es raro como de pronto me volví una extraña. Todo es raro cuando te pones a pensar. A veces me siento ausente, desaparezco estando aquí y aunque escucho lo que me están diciendo mi mente está lejos. También dejo la ropa en el suelo y algunas veces hablo dormida, pero no creo que sean razones para dejar de quererme. Espero que esas no sean razones, porque si es así no vale la pena gastarse pensando en esto.
Soy egoísta, sí, un poco, aunque no más que cualquier ser humano. Pero nunca he sido egoísta con mi cariño, ni conmigo misma. El asunto es que no a todos les muestro como soy, porque si lo hiciera, dejaría de ser yo. Parada frente al espejo del baño miro mi reflejo, una niña pálida y ojerosa, con el pelo largo y mi boca un punto rojo que parece un pequeño corazón. Un corazón que late fuerte cuando se siente feliz. Siempre me ha tocado ser espejo de los demás, todos se ven tal como son cuando están frente a mí y quizá por eso es que siempre he estado tan sola. A nadie le gusta verse a si mismo con sus defectos. Mi problema es que me gusta la gente defectuosa y yo les gusto a ellos, porque no trato de arreglarlos.